Desde 2017, había sido diagnosticado con cáncer de próstata, que con el tiempo también impactó su vejiga. En los últimos meses su estado de salud se agravó: tuvo internaciones por infecciones urinarias, episodios de deshidratación y recaídas que lo obligaron a mantenerse alejado de la actividad habitual.
Russo retornó al mando de Boca Juniors en 2025 para asumir su tercer ciclo en el club. Su carrera fue extensa y exitosa: como jugador, su legado más fuerte lo construyó en Estudiantes de La Plata, donde disputó más de 400 partidos y conquistó los campeonatos Metropolitano 1982 y Nacional 1983. Como entrenador, dirigió múltiples clubes nacionales e internacionales, logrando destacar especialmente en Boca, al conseguir la Copa Libertadores 2007, además de títulos locales.
La reacción al fallecimiento fue inmediata: clubes, exjugadores, colegas y aficionados expresaron su dolor, recordaron su figura humana y valoraron su aporte indeleble al fútbol argentino. Boca, en su comunicado oficial, destacó que Russo “deja una huella imborrable en nuestra institución” y acompañó en el duelo a sus seres queridos.
Russo no solo fue un técnico ganador, sino también un ejemplo de pasión, perseverancia y dignidad frente a las adversidades. Su nombre quedará grabado en la memoria del deporte, no solo por los títulos, sino por la integridad con la que transitó su camino.