Las familias coinciden en una preocupación: ni la empresa de transporte ni la aseguradora han brindado respuestas concretas sobre la cobertura médica y los gastos derivados del siniestro. Muchos trámites se realizan de forma individual, sin asesoría legal ni acompañamiento institucional.
Pese a la incertidumbre, las redes comunitarias se activaron. Vecinos, amigos, organizaciones e iglesias impulsan campañas, colectas y actividades para sostener a los heridos y acompañarlos en el largo proceso de sanación. “Fue un milagro… gracias a Dios está vivo”, repiten los allegados, agradecidos de haber evitado una tragedia mayor.
Hoy, entre terapias, dolor y trámites interminables, los sobrevivientes luchan no solo por recuperarse, sino también por regresar a sus rutinas: estudiar, trabajar, vivir. Cada paso es un desafío, pero también una afirmación de que la vida continúa.