Uno de los automovilistas afectados, Jorge Domínguez, relató que sufrió tres ataques en el lapso de una semana. Según describió, los impactos se registraron a la altura de donde se instalaron recientemente los nuevos radares. “Las piedras no eran grandes, pero el golpe se siente fuerte. Te sorprende, cambiás la dirección del auto por instinto y eso puede causar un accidente”, explicó.
Otro vecino, Diego González, coincidió en la preocupación. Señaló que decidieron hacer público el problema para evitar un siniestro grave. Además, expresó temor de que la situación empeore cuando los radares comiencen a funcionar de manera efectiva y los conductores reduzcan su velocidad, convirtiéndose en un blanco más fácil.
Ambos denunciantes remarcaron que los ataques provendrían de un grupo de entre cinco y seis personas ubicadas a un costado de la autovía. Aunque los daños sufridos han sido materiales, la posibilidad de que un impacto provoque una maniobra brusca o la pérdida de control mantiene en alerta a quienes transitan por la zona.
Los vecinos reclaman mayor presencia policial preventiva y controles más estrictos. Asimismo, advierten que muchos no denuncian formalmente estos episodios porque no derivan en lesiones o choques, lo que dificulta visibilizar el problema. Mientras tanto, piden que las autoridades actúen antes de que ocurra un hecho con consecuencias irreparables.